¿Para qué sirven y cómo funcionan las ruedas motrices?

Cualquier tipo de vehículo, desde los ciclomotores a los grandes camiones, necesitan disponer de uno o más ejes motrices, que son los que reciben directamente la fuerza generada por el motor para que la marcha se produzca de forma adecuada.

Actualmente podemos encontrar en las carreteras sistemas motrices de todo tipo; delantero, trasero o integral.

En este artículo hablamos sobre las ruedas motrices.

Resumen:

Ruedas motrices en taller

Funcionamiento de las ruedas motrices

El sistema que se esconde tras las ruedas motrices es bastante sencillo: el par generado por el motor debe ser lo suficientemente potente como para vencer la fuerza estacionaria, que es la que mantiene al vehículo parado. Este tipo de fuerza se transmite a través de un sistema de propulsión que lleva la tracción directamente a uno de los ejes en los que están colocadas las ruedas. Así, la potencia se transmite directamente a esas ruedas.

Como ya apuntamos antes, las ruedas que reciben la fuerza y que, por lo tanto, se convierten en motrices pueden ser cualquiera de las instaladas en un vehículo.

No se deben confundir a las ruedas directrices con las motrices. Las primeras son aquellas que dirigen la dirección de la marcha y no tienen nada que ver con las que transmiten la potencia.

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Tipos de tracción

Hay 3 tipos de tracción. Pero antes de continuar, lee sobre el funcionamiento de las ruedas aquí.

Tracción delantera

Este es el sistema más empleado en los vehículos que circulan por las carreteras de España. Se trata del empleo de las ruedas delanteras para transmitir la fuerza generada por el motor, siendo este sistema el que montan la mayor parte de los vehículos actuales.

En este sistema, el eje motriz es también por regla general el directriz, por lo que tanto el reparto de la fuerza como el control de la dirección de la marcha se producen dentro de un mismo eje.

Las ventajas que ofrece el sistema es que los vehículos operados con este tipo de tracción suelen ser más estables en la conducción y no tienden tanto a derrapar en la parte trasera ante los acelerones más intensos.

Propulsión trasera

Este sistema fue el más empleado durante el siglo XX, ya que la tecnología disponible en aquellos momentos hacía muy complicado que se combinara en el eje delantero la tracción y el sistema directriz.

Con todo, este sistema hoy es minoritario, debido a que cuenta con algunas complejidades en la conducción que lo hacen menos seguro que el de la tracción delantera. Y claro, la seguridad es lo primero.

Los vehículos que lo incorporan suelen llevar el motor en la parte trasera del coche o en la central, aunque no es ningún inconveniente que el motor esté en la parte delantera para que la tracción se realice sobre el eje trasero.

Tracción integral

Este sistema se monta en aquellos vehículos que reparten su fuerza en todos los ejes con los que cuentan. En el ámbito de los coches particulares, se trata de los conocidos como 4x4, ya que existe tracción en todas y cada una de sus ruedas.

Este sistema ofrece un mayor agarre al terreno, algo fundamental cuando se conduce por superficies poco estables que pueden provocar que un vehículo no pueda deslizarse adecuadamente por su superficie.

La principal ventaja de este sistema es la de ofrecer ese mayor agarre y potencia en la marcha, aunque los consumos de combustible también suelen elevarse por ello.