¿Cuándo conviene usar las marchas largas?

De forma coloquial, la mayoría de los conductores, e, incluso, los expertos en mecánica se refieren a las distintas marchas que hay en la caja de cambios con una forma específica. De esta manera, se pueden encontrar tanto las marchas cortas como las largas; de estas últimas vamos a hablar aquí.

En un vehículo convencional que cuente con cinco marchas, se considera que las largas son la cuarta y la quinta. Estas tienen objetivos muy concretos durante la conducción, que se complementan con lo que ofrecen las marchas cortas.

RESUMEN :

Caja de cambios

¿Qué son las marchas largas?

Lo primero que hay que tener presente es que, a la hora de construir un vehículo, las marcas no tienen en cuenta marchas cortas o largas. En cambio, sí están atentos al desarrollo progresivo de la caja de cambio, para conseguir que la fluidez en la marcha y el ahorro de combustible sean óptimos.

De esta forma, cualquier caja de cambios ofrece un desarrollo progresivo, en el que las primeras marchas cuentan con una mayor fuerza, pero son capaces de ofrecer poca velocidad. Suelen revolucionar mucho el motor, por lo que deben usarse poco tiempo.

Por el contrario, las marchas mayores, la cuarta y la quinta, son las que dejan las revoluciones del motor en un punto más bajo cuando se circula a altas velocidades durante mucho tiempo. Este es el caso, por ejemplo, de circular por una autovía. En vías como esta, lo frecuente es ir en quinta durante mucho tiempo sin tocar la caja de cambios.

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Ventajas de conducir en marchas largas

Como ya hemos visto, las marchas largas están pensadas para un tipo de conducción muy concreta. No es aconsejable abusar de ellas a bajas velocidades, ya que esto puede provocar que el motor del vehículo se venga abajo rápidamente, se “cale”.

Ahora bien, lo cierto es que incluso la DGT aconseja conducir con marchas largas siempre que sea posible. Hay muchos motivos para ello. Para empezar, el vehículo va a menores revoluciones, por lo que toda la mecánica interna del mismo sufre lo mínimo durante el trayecto.

Otro aspecto importante relacionado con las marchas largas es que consumen menos combustible. Una vez que el vehículo consigue situarse de forma estable en la quinta marcha, o en la sexta, si se tiene, los niveles de consumo de carburante caen en picado, pues no se necesita revolucionar demasiado el motor.

Unido a este último detalle se encuentra otra de las ventajas de conducir en marchas largas: las emisiones contaminantes. Al tener el coche poco revolucionado se evita una excesiva revolución del motor. De esta manera, la emisión de partículas contaminantes a la atmósfera se reduce considerablemente, por lo que esta es una forma de conducir responsable con el medio ambiente.