El carril 30, ciclo-calle o ciclo-carril es una de las vías ciclistas que ya lleva más de 10 años utilizándose en España. Su uso está normalizado en municipios como Sevilla, Barcelona, etc. Pero, ¿qué sabemos de este tipo de vías? Aprende cómo afecta este tipo de vías a la circulación y al tráfico.

Índice:

Carril bus con marcas amarillas

¿Qué es el carril 30?

Las ciclo-calles forman parte de un proyecto para mejorar la movilidad de las bicicletas en España y hacer que circulen por la calzada, que es el espacio natural por el que circulan el resto de vehículos.

Son carriles en que las bicicletas tienen preferencia, y en los que el límite de velocidad está acotado a 30 km/hora, por lo tanto, aunque puede ser utilizado por todos los vehículos, incluídos a motor, éstos deben ir más lentos de lo habitual. De este modo, la velocidad de todos los usuarios del carril se aproxima, y se fomenta una coexistencia segura.

Las ciclo-calles se han implantado tradicionalmente en ciudades, en calles con al menos dos carriles para un mismo sentido de circulación, transformando uno de ellos (el de la derecha, normalmente) en carril 30.

A menudo  se llama a las calles con carril 30, calles de tráfico pacificado.

La utilidad de las ciclo-calles es que implican no tener que construir aceras bici o carriles bici, que suponen un coste elevado para los ayuntamientos municipales. Además, bajar a 30 km/hora la velocidad máxima disminuye el número de accidentes graves. También es bueno para el medio ambiente, pues alentar al uso de ciclos reduce las emisiones en las grandes ciudades (en Madrid, hasta un 80% de las calles tienen un carril 30).

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Señalización del carril 30

El carril 30 está señalizado de varias maneras para que todos los usuarios de las vías los sepan identificar:

  • Marca vial de una bicicleta
  • Marca vial del límite de velocidad de 30 km/h
  • Marca vial de detención de bicis y motos delante de la de los coches en los pasos de cebra para asegurar la seguridad de los peatones.

Carril 30 en Madrid

Historia del carril 30

La historia de la ciclo-calle comienza en los años 90, en Denver, Estados Unidos.

El “inventor” fue el ingeniero municipal James McKay, que propuso una manera rápida, asequible y eficaz de fomentar el uso de bicis en la ciudad. Esta medida tardó poco en dar el salto a Europa y ser empleada en otras ciudades como París.

Sin embargo, el ciclo-carril encontró pronto un competidor: el carril bici. Y aunque el primero había evitado los accidentes de bici, el segundo los evitó con el doble de eficacia, por lo que en 2016, la Universidad de Colorado, cuna del carril 30, concluyó que el carril bici era mejor.

En ese momento, se llegó a la conclusión, de que las ciclo-calles tienen sentido en núcleos urbanos donde hay colectivos de bicis muy experimentados, pero en lugares donde se pretende que sean niños y jóvenes los usuarios de bicicleta por la ciudad, no tienen demasiado sentido. Cabe decir que esta conclusión se realizó cuando en la mitad de ciudades de España ya se habían establecido muchísimos carriles 30.

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Polémica con el carril 30

La propuesta de los carriles 30 o ciclo-calles trae una polémica consigo,  y es que, la rebaja a 30 km/hora no evita que se produzcan golpes entre los coches y los ciclistas.

El origen del problema viene porque los conductores de vehículos a motor usan el carril mal, no dando prioridad a los ciclistas, y no reduciendo la velocidad a 30 km/hora.

Muchas críticas consisten en que no se está multando a estos conductores. Las multas por conducir a la velocidad normal (50 km/hora) son inexistentes, cuando la práctica está completamente normalizada. Las multas deberían ser de 200 euros y 2 puntos del carnet de conducir por superar los 30 km/hora, y de 300 euros y 4 puntos del carnet si se superan los 60 km/hora, y aun así, no se observan multas.

Casi ningún conductor se ajusta a los 30 km/hora, sino que se mueven a la velocidad que ellos perciben como segura, pero según los estudios realizados, son los moteros los que tienen un comportamiento más temerario, superando la velocidad de 50 km/hora muy a menudo, y adelantando a ciclistas en el mismo carril. Lo anterior es posible debido a, precisamente, la ausencia de multas y de radares.

Localidades como Madrid o Alcalá de Henares están llenas de ciclo-calles (se estima que en Madrid el 80% de las principales calles tiene su carril 30), cuando en realidad se ha demostrado que los carriles bici son mucho más útiles; puesto que los conductores de coches no se estresan, y los usuarios de bicicleta sufren menos presión y asumen menos riesgos. Hay que tener en cuenta, que en una cuesta arriba, un ciclista va en torno a unos 10 km/hora, por lo que es normal que los conductores a motor acaben estresándose ante tal situación si se prolonga.

Hay muchas propuestas para solucionar el problema de las ciclo-calles. Los expertos sostienen que para ver una rebaja real en la velocidad de los vehículos motorizados hay que prestar más atención al diseño del carril 30: más badenes, más pasos de cebra, calzadas más estrechas, etc. Pero aun con todo, reducir la velocidad a 30 km/hora no es suficiente, pues sigue estando muy por encima que la de un ciclista promedio.

En otras palabras: las ciclo-calles sirven para apaciguar el tráfico y la circulación, pero no son útiles para los ciclistas.

La solución más acertada para normalizar el uso de la bici parece ser la construcción de carril-bici. En ciudades como Valencia, el número de usuarios de bicicleta se acrecentó muchísimo gracias a esto, y el nivel de satisfacción de los ciclistas en la ciudad está muy por encima del de otros municipios más inclinados hacia los carriles 30, como Madrid.